Te llamé para escuchar tu voz,
y así mi alma se desahogue de tanto ruido del mundo,
para que con solo escucharte,
cada célula de mi cuerpo brille y despierte del letargo.
Al escucharte mi corazón se tranquiliza,
Y mis ojos imaginan ver tu silueta serpenteante en el
viento,
Todo el ambiente se apaga,
Para prestar atención a la música de tu voz.
Hernán E. Urrutia L. Junio 2011